miércoles, 20 de julio de 2011

La Línea y los problemas con la Aduana en 1902

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Artículo publicado en el periódico El Liberal del martes 28 de octubre de 1902



EL CAMPO DE GIBRALTAR

LA LÍNEA

Es el de La Línea un caso semejante al de las nuevas poblaciones americanas de formación contemporánea: un depósito social de acarreo, de aluvión, que se va sedimentando en torno o en la proximidad de un núcleo, del Peñón de Gibraltar, del cual le llegan diariamente muchos centenares de libras, muchos miles de duros. Los naturales de Línea son muy poco, un escaso puñado.


Los más son los andaluces, los gallegos, los portugueses, que tienen hasta su representación consular. Constantemente acuden nuevos peninsulares a establecerse en el nuevo pueblo. Vienen los unos desde azares aflictivos de la vida  con ánimo redentor y fortaleciente; vienen los más de tierras donde la escasez del jornal les sujetaba a una existencia miserable, y se encuentran en seguida naturalizados en un país donde el trabajo es abundante y los salarios de una cuantía jamás soñada. Y así, La Linea de continuo, se ensancha y crece, y el exceso de la población de tal manera ya se siente, que la demanda hace subir los alquileres de las casas y el precio de los, abastecimientos, hasta un punto en que va limitándose visiblemente el desahogo proporcionado al obrero por la buena tasa de los jornales. Aparte los contrabandistas, bajos y altos, que, en número muy pequeño relativamente a la cuantía del censo y a la ampliación de la calumnia, se dedican en La Línea a defraudar al Estado el contrabando que consentidamente introducen a diario por la Aduana los miles de obreros de los trabajos del dique, no es más que el  efecto de la corriente natural que busca  el nivel en los precios de los artículos de primera necesidad, desbordándose por encima de la barrera que a una distancia de unos centenares de metros, encarece en La Línea lo que en Gibraltar tiene menos valor, siendo igual o mejor a veces. Los mismos empleados del resguardo, reconociendo esta verdad, dejan en poder del obrero en los registros lo estrictamente necesario para su consumo personal. Hasta el pan cuesta en Gibraltar cinco céntimos por libra más barato que en La línea, y los obreros lo Introducen partido para no abonar derechos.

La barrera de la Aduana, tan mortificante en un pueblo de trabajadores, por elevar de un modo extraordinario el  precio de los artículos de consumo, en nada beneficia directamente al Estado. El beneficio indirecto que representa la evitación del fraude, es también ilusorio. Lo que no pasa por aquí, y ya pasa, se contrabandea por otra parte. La utilidad real de la Aduana solo alcanza a los aprehensores del contrabando y a cuantos legalmente tienen participación en el producto de los decomisos. Quincenalmente estos decomisos son vendidos en pública subasta en la Aduana de Algeciras. De su precio se hacen cuatro porciones iguales. Dos de ellas pertenecen como obvención al jefe aprehensor, que es el administrador de la Aduana de La Línea. De las otras dos, una se reparte entre loe empleados de esa Aduana y la otra entre los carabineros. Y esto, que se practica con el azúcar, el café, el aceite de olivas, el petróleo y otros artículos de consumo, que en menuda porciones tratan de introducir los obreros, se efectúa también con el tabaco apresado. Hay con respecto al tabaco una diferencia. Antes de hacer el reparto de las cuatro porciones, se extrae de ellas la décima parte, y se entrega al comandante general del Campo, en calidad de fondos para confidencias, de las aprehensiones de tabaco mediante su aviso se hayan efectuado.

El tabaco aprehendido lo adquiere en pública subasta la Compañía Arrendataria. Lo compra a peseta el kilo, cuando procede de los decomisos de los carabineros; a una setenta y cinco, cuando la aprehensión ha sido con reo, como el cual se considera al que trata.de introducir más de medía o de una libra en cananas o en otros aparatos para el fraude. Alguien que se ha entretenido en hacer números, asegura que con el producto de la venta, que efectúa luego la Tabacalera en los estancos, del tabaco aprehendido, ya elaborado, obtiene lo suficiente para que los empleados de resguardo, cuya misión consiste, en lo que respecta a registros, en vigilar los que hacen los carabineros, no les sean en nada gravosos.

Es imposible tener a la puerta de una población de cincuenta mil almas, puerta por la que entran y salen diariamente lo menos veinte mil personas, de quinientos a seiscientos carruajes y otro número igual de caballerías, una Aduana  por la que no puede introducirse nada de cuanto para la vida haca falta, por que sólo tiene habilitación para la entrada de algunos cereales harinas, maquinaria, abonos, pipería y sacos de envase, entre otros escasos productos. Fuera de éstas enumeradas, cuantas de las materias introducidas por el interior por no tener entrada por la Aduana, pretendan ser sacadas de La Línea, puede ser aprehendidas, aunque lleven la factura del comerciante que allí las ha vendido, la prueba de que están al corriente con el fisco, si en alguna parte debieran  devengar derechos. Y con este fundado temor de quedarse sin la mercancía, no todas las personas de fuera se atreven a efectuar compras en La Línea. De manera que el comercio de allí tiene que acomodarse únicamente con la parroquia de la población y prescindir del forastero casi en absoluto, teniendo, por lo tanto, limitado y cohibido su crecimiento.

Un vecino de San Roque y otro de Gibraltar, poblaciones que los linenses están tocando casi con la mano pueden ir a un comercio de tejidos de La Línea a comprarse un traje de genero catalán, por más señas, porque allí toda la tela que se vende es de las fábricas catalanas, y se vendo más barata que en Gibraltar, donde los tenderos la hacen pasar como inglesa y piden por ella mayor precio. Es esta la razón de que los gibraltareños, en su mayoría, y la colonia hebrea, cuyos gustos son más a la española que a la inglesa, acudan a abastecerse a los comercios de La Línea y de Algeciras

Pues bien mientras el vecino de Gibraltar puede introducir aquí tranquila y libremente su compra, porque este puerto es puerto franco y solo existe la Aduana para los alcoholes y los vinos, el tabaco y las armas de fuego, el vecino de San Roque se halla expuesto en el camino de su casa a que le salga al paso un carabinero, le aprehenda el género y lo lleva decomisado ante la Junta administrativa de Algeciras, porque el poseedor de la tela no es posible que vaya acompañado del vendí de la Aduana de La Línea, donde no están autorizados para entregarlo en aquellos artículos para cuya introducción no se haya habilitada, y solo puedo llevar la factura del comerciante que se lo vendió

Recientemente ha ocurrido un curioso caso de esta índole. Se estableció en La Línea un nuevo comercio de tejidos. Como el marchante de fuera ha concluido por retirarse y con los comercios existentes hay bastante para surtir la población, el nuevo comerciante no hacía negocio, y decide trasladar a Estepona su establecimiento. Sus géneros eran catalanes en su mayor parte; muy  pocos, extranjeros. Los del país tenían su marca de fabrica; los de fuera, su marchamo. Estaban, pues, regla con la Hacienda. Los enfardó cuidadosamente, los proveyó de sus facturas, entregándoselas al arriero, y cuando la primera expedición iba camino de Estepona, por la carretera, cerca del Guadiaro, he aquí que aparece el carabinero, pide el vendí de la mercancía, y como el vendí no se da, y, por lo tanto, el conductor no podía entregarlo, al empleado del resguardo cumpliendo con su deber, aprehendió los géneros, y con la caballerías y el arriero, como reo de contrabando, fuese a la Aduana de Algeciras.

Tuvo el comerciante que emplear un horrible trajín para rescatar los géneros y concluir de trasladar, sin nuevos, cuantos le quedaban en la tienda. Fue y vino de La Línea a Algeciras cinco o seis veces; tuvo que enviar a las fábricas  donde los había comprado muestras de los géneros, y esperar  a que los fabricantes les remitiesen  la certificación de la compra, con el Visto bueno del alcalde del Municipio donde la industria se halla Instalada: necesitó asistir a no se cuantas juntas administrativas; necesitó perseguir recomendaciones, y, por último, le exigieron, a la vez que le hacían la devolución de las telas la quinta parte del arancel  que corresponde abonar en tales casos y que sobrepasa, a veces, el valor de la mercancía. Aun se ha dado últimamente un caso mas famoso. Cada quince días se venden como he dicho, en la Aduana de Algeciras en pública subasta, los productos procedentes de los decomisos de La Línea. Un linense compró la subasta  del azúcar, y se llevó la compra a La Línea. Pero al hacer un transporte de la mercancía se la decomisaron los carabineros  por la misma razón que tuvieron para aprender las telas del comerciante, y de nuevo la condujeron a la Aduana de Algeciras.

Realmente no se puede más para contener el progreso del comercio en una población y endurecer la vida sus moradores. No tiene desembarcadero donde alijar las mercancías que se transportan por vía marítima y podrían aprovechar este medio de trasporte utilizando la habilitadas Aduanas de Algeciras y de Puente Mayorga y desde la estación férrea de San Roque a La Línea no hay carreteras. Necesitan desembarcar la mercancía en el puerto de Malaga remitirla por ferrocarril a San Roque y pagar por el porte a lomo o en carros a La Línea, que hay un paseo, veinte pesetas por toneleda.

Con trabas tan absolutas en las comunicaciones, trabas que implican una desatención casi desdeñosa hacia un pueblo de una importancia tan grande como ignorada, continuará creciendo en la misma proporción que hasta aquí la población de La Línea, pero sin contar con la potencia de vida propia, que solo puede crearse mediante el desarrollo de la Industria y del Comercio.
Y, sin embargo, lograda la atención merecida, el porvenir  de La Línea podría ser un porvenir de primer orden. Tiene ese pueblo tan heterogéneo  el sello de todas las sociedades formadas por la inmigración: espíritu libre, despreocupado, sin lazos con usos y costumbres, sin trabas con la tradición, abierto por tanto, a todo progreso, a toda nueva idea. El cosmopolitismo de Gibraltar, con su variedad de razas, de trajes, de lenguas, de cultos, puede alcanzarlo facilmente  la sociedad de La Línea. Al fin y al cabo, la de Gibraltar se formó también por un aluvión venido de todas partes, y las excelencias y la seriedad del régimen han hecho de la primitiva amalgama una sociedad  de hombres fuertes, trabajadores y progresivos. De entre la gente de La Línea donde se dice que hay tanto licenciado de presidio, yo no he sabido, durante el tiempo que llevo aquí que haya surgido criminal de ninguna clase. Los famosos contrabandistas se dejan manejar como borregos en la carretera por media docena de civiles, y no formulan la más leve protesta cuando el carabinero los registra y los despoja.

Los gibraltareños que viven en La Línea pasan el día en Gibraltar y vuelven por las tardes, a la hora del cañonazo, a dormir a sus casas. No hay duda de que siguiendo esta expansión forzosa, Gibraltar será como la City en Londres, a donde se acudirá por el día al trabajo y a los negocios, mientras que el Campo será el hogar, el home,  de toda la futura población cosmopolita.

Pero he aquí que, para favorecer esta irremediable difusión de Gibraltar al Campo, y esta continua inmigración de España y de Portugal a la bahía de Algeciras, siendo La Línea el núcleo entorno del que se habrán de depositar los recién llegados, de seguirse un régimen, a la vez de seguridad y libertad, para el cual la Aduana, mantenida en beneficio de empleados y contrabandistas, sobra, y está reclamada en el extremo de la zona fiscal, allá por Jimena, y para el que también las tropas repartidas en los puntos designados por la estrategia, se encuentran llamadas a concentrarse en el lugar donde se necesita contener, mediante un sistema libre y serio, el fanatismo libertario, que alcanza en La Línea un grado de intolerancia y de acometividad latentes, del que está ya purgada toda la acracia de Europa.

¿Cuándo nos convenceremos de que lo que no hagamos nosotros socialmente en la bahía de Algeciras, lo harán, sin que podamos evitarlo, todas estas razas que atrae sobre sí el Peñón como un imán poderoso, y que en El Peñón no caben?
                                   
                                              Carlos del Rio
                                          Gibraltar, Octubre







                                                                         Luis Javier Traverso




Documento perteneciente a la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España

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