jueves, 7 de julio de 2011

Quejas del Campo de Gibraltar en 1880

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Artículo piblicado en el periódico La Iberia del martes 5 de octubre de 1880


UN PASEO POR EL CAMPO DE GIBRALTAR.

Quéjanse los vecinos del Campo de Gibraltar de la indiferencia de nuestro paternal Gobierno, que no parece sino que tiene en completo olvido a aquel desgraciado rincón de España.

De Algeciras nos escriben una sentida, carta dicióndonos que allí se carece do todo lo indispensable para el desarrollo de la industria y fomento de la agricultura y del comercio. Sin caminos vecinales, sin carreteras, puentes, puertos ni ferrocarriles , es difícil dar salida a los productos de su rico suelo ni importar los que en el se necesitan.

Sólo se deja sentir la mano del Gobierno por el rigorismo con que persigue a los contribuyentes, agobiados con el peso de unos tributos tan excesivos y mal repartidos que es imposible soportar.

Nada importa —dice la carta — que por efecto de no estar señaladas taxativamente las aguas de la bahía entre Algeciras, San Roque y Gibraltar se conceptúe como aguas inglesas más de la mitad de las que bañan nuestros puertos, quedando sin ellas y sin playa el pueblo denominado Línea de la Concepción, hasta el extremo de que para desembarcar ladrillos, piedras y toda clase de materiales de construcción por el Espigón de San Felipe, después de despacharse las embarcaciones por la aduana de San Roque, es preciso acudir a la capitanía del puerto de Gibraltar en demanda de un permiso que no se facilita sin el oportuno desembolso; de suerte que buques españoles despachados por nuestras aduanas y destinados a pueblos enclavados en nuestro territorio no pueden alijar en ellos su carga sin una autorización especial de las autoridades inglesas.

Y de aquí las continuas disensiones y competencias que surgen entre los patrones de las falúas de nuestro resguardo y los de los buques británicos cuando aquellas apresan alguna embarcación con contrabando en aguas españolas ó inglesas, disensiones que suelen ventilarse a tiros, y no pocas veces acaban por la prisión de nuestros carabineros, los cuales son conducidos ante las autoridades de Gibraltar por el inaudito detito de haber cumplido con su deber deteniendo algún que otro falucho cargado de tabaco, procedente de aquella plaza.

Más de dos kilómetros del llamado Campo neutral tienen invadidos los ingleses, aparte de la excesiva extensión dada a su bahía, y como si esto no fuera bastante se permiten sus autoridades usar de tales procedimientos con los españoles que acuden al Peñón, que parece imposible se toleren por nuestro Gobierno.

Para penetrar en la plaza de Gibraltar es indispensable solicitar un permiso que se niega desde las tres de la tarde en adelante: pero una vez obtenido, obliga al viajero a apearse del carruaje en los fosos que circundan la ciudad, teniendo que emprender el camino a pié, a menos que no alquile otro vehículo ingles, en cuyo caso no se le oponen dificultades en su tránsito.
En las inmediaciones del pueblo de la Línea —escribe el autor de la carta— han construido los ingleses considerable número de edificios que han convertido en colonia británica, por más que se hallen en territorio español, siendo lo más notableque la mayor parte de ellos están destinados al depósitos y almacenes de contrabando.

Es verdaderamente incomprensible que el cuerpo de ingenieros tolere y haya tolerado que dentro de los muros del derruido castillo de San Felipe se edifiquen casas con sólo el permiso de la autoridad local de la villa de la Línea , las cuales se venden como de propiedad particular a los comerciantes ingleses.

Dentro de los fosos de dicho castillo se nos asegura que se han construido últimamente un magnífico chalet y varias casas de recreo, aprovechándose en las obras las piedras y materiales del Estado.

Hasta el Ayuntamiento —añade el corresponsal — ha levantado el Matadero en dicho terreno, utilizando al efecto los materiales que se proporcionó derribando las murallas.
Hasta aquí el corresponsal, en quien declinamos la responsabilidad de sus afirmaciones, pues entrañan éstas tal carácter de gravedad, que la prudencia nos aconseja exponerlas como simples narradores, si bien el autor de la carta la concluye con las siguientes frases:
«Desafíe V. a toda persona honrada a que, puesta la mano sobre su corazón, desdiga todos ó parte de los cargos aquí denunciados.»






                                                                  Luis Javier Traverso




Documento perteneciente a la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España

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