domingo, 27 de noviembre de 2011

Otra forma de ver el Contrabando 1883

 Artículo publicado en el periódico "El Liberal" el sábado 11 de noviembre de 1883



Si los barcos de nuestra escuadra tienen que pedir carbón a Gibraltar para aprovisionarse, ¿qué tiene de extraordinario ni de antipatriótico el hecho de que los particulares vayan a la plaza inglesa á aprovisionarse de tabaco, pongo por caso, para fumárselo en España? Porque eso de dar consejos es muy bueno y muy cómodo; pero sería mucho mejor dar el ejemplo.

La razón del contrabando que se hace es muy humana; como que se reduce a comprar por tres lo que en la Península cuesta seis. Sí; aunque me tachen de contrabandista y me impongan la pena correspondiente, que estoy dispuesto a sufrir, yo declaro que he comprado en Gibraltar dos cajetillas, marca Susini, de las que la Tabacalera nos vende á 50 céntimos, por el precio, bastante mis equitativo, de 30 céntimos, y si hubiese comprado una rueda me hubiese resultado a 25 céntinos; es decir, por la mitad de lo que nos cuestan en España.

Y lo que se dice del tabaco podría decirse de otro cualquier género. Véase si en tales condiciones se puede evitar el contrabando; yo creo, por el contrario, que hasta se impone la necesidad de hacerlo a los mismos carabineros, que si pueden ahorrarse diez reales en el corte de un pantalón procurarán economizarlos. 

Claro está que esto no tiene nada que ver con el contrabando de guerra, me refiero al corriente, al que se hace a diario entre Gibraltar y todos los pueblos que están frente al Peñón, desde Algeciras hasta La Linea, como se hace en todas las fronteras y como se seguirá haciendo mientra a haya Aduanas en el mundo.
 
Además, aqui todo contribuye á fomentarlo: la diferencia enorme en los precios de toda clase de artículos; la facilidad de entrar y salir en Gibraltar, sin documento alguno que acredite la personalidad, y especialmente la circunstancia de ser nuestra moneda en Gibraltar, no sólo la corriente, sino la moneda oficial.

Y asi se dá el caso de que un español no pueda entrar en Ceuta,territorio nuestro, si no lleva en la cartera su cédula de vecindad: y pueda, sin embargo, entrar en el Peñón sin cédula, ni pasaporte, sin conocer alli a nadie,y sin llevar siquiera en el bolsillo una tarjeta con su nombre. De aquí que las casas de comercio, que las tiendas, estén siempre en la plaza inglesa atestadas de compradores, en tanto que los tenderos de Algeciras, de La Linea, de San Roque y de otros muchos pueblos, se pasan el día mano sobre mano.

La inveterada desidia de nuestro carácter y el abandono de nuestros gobiernos se ven en todas partes; pero aquí resplandecen de tal modo, que hacen daño á la vista. Véanse dos pruebas de ella bien patentes. Los pontones ingleses, verdaderos almacenes de Gibraltar, están, al menos una buena parte de ellos, en nuestras aguas, á ciencia y paciencia de nuestro Gobierno.
 
En una ocasión ocurrió en uno de esos pontones una muerte en riña; como estaba en nuestras aguas intervinieron las autoridades españolas en el asunto, y el hecho era tan evidente que se reconoció su competencia, y por un acto de energía, casi incomprensible en nuestros gobernantes, se obligó a los ingleses a que retiraran sus pontones a las aguas de su jurisdicción. Hasta aquí todo fué bien: pero á poco volvieron los pontones a nuestras aguas; se Ies dejó y ahí se están como si estuvieran en su propia casa.

He aquí la otra prueba. Cerca de La Línea, encima, como si dijéramos, del Espigón, esta el monte de la Pedrera, que por su altura y proximidad al Peñón le domina, especialmente la parte Noroeste del mismo, que es donde se halla asentada la ciudad. Pues bien; en la cima de la Pedrera tenemos por toda defensa un fuerte ridículo, antiguo, inverosímil, que no sirve para nada, á no ser que este allí para que se compare su insignificancia con los elementos de defensa y de ataque que Inglaterra ha acumulado en Gibraltar

Si se fortificase el monte de la Pedrera y se artillara con piezas de gran alcance, no solo tendríamos defendida La Linea, Puente Mayorga y la bahía de Algeciras, sino que nuestros fuegos podrían en caso de necesidad contestar a los de Gibraltar y á los de las escuadras que allí se guarecieran, echando á 1a vez á pique los pontones, que como ya he dicho, son los verdaderos Docks ó depósitos de la plaza inglesa





                                                                    Luis Javier Traverso




Documento perteneciente a la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España

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