miércoles, 24 de agosto de 2011

Un domingo en La Línea 1875

Un artículo publicado en el periódico "El Mono" el 19 de mayo de 1875 y en la línea irónica que sigue este periódico ya que como he comentado en otras entradas el mismo se cataloga como joco-serio, recreativo, de noticias generales y de anuncios. Ilustrado con grabados. Su editor y director Vicente d Guillen y tenía su imprenta y redacción en Cannon Lane nº 13 Gibraltar. Está trascrito tal cual. 


UN   DOMINGO   EN   LA LINEA,
Ea ¡ vamos á la Línea ! ¡ vamos á divertirnos!.

Esta es la esclamacion que proferimos casi todos los domingos. Comemos á las tres, contra nuestra costumbre, nos echamos unos cuantos duros (si los tenemos) en el bolsillo, alquilamos un carruaje, y al preguntarnos el cochero —¿ Donde vamos ? —A la Linea, contestamos estreñando que no haya adivinado nuestra intención.

Es muy delicioso ir allí, y sobretodo en esto tiempo, por un camino llano, hermoso, superabundantemente bueno; por un camino donde apenas hay polvo, por un camino donde es imposible que tropieze el caballo, pues no se encuentra ni la mas pequeña piedrecilla, debido al celo y á la actividad de los peones encargados de tenerlo arregladito y á la altura de las primeras carreteras de Mozambique y de Angola.

Después de un cuarto de hora de marcha, en cuyo tiempo ha ésperímentado una de las emociones mas dulces y agradables, llegamos á la Línea.

—Qué hacemos ? nos preguntamos, no porque falten diversiones, sino porque es preciso......empezar por no aburrirse.

Esta es una pregunta, dirán algunos, muy fácil de contestar. Después de comer, lo natural es tomar una taza de café y fumarse un cigarro.

Si, señor, eso hacemos, y por cierto que en algunos establecimientos de bebida, nos dan el Muska mas puro y mas legítimo, que pueden ustedes imaginarse.

¡Y todo por la módica cantidad de ocho cuartos !

  ¡ Quien lo diria !

Después de tomar nuestro esquisito café, damos un paseito por la calle Real. (El que tenga la feliz ocurrencia de llevar un traje negro, vuelve con uno blanco) Esto es muy higiénico después de comer.; y como el pavimento es tan apañado le dan á uno ganas de quedarse paseando toda la tarde. Pero ¡ ay ! no todos son de la misma opinion, y asi no falta alguno que dice : — vamos, señores, vamos y tomaremos unas cañas de manzanilla. (Que es muy rica.)

En efecto, seguimos su consejo, y hétenos ya alrededor de una mesa, blanca (de polvo) como el mármol, y con una docena de cañas delante. Tras de esa, viene otra, y otra, y otra, y... la mar !!!

Concluido esto, y no sabiendo que partido tomar, dirijimos nuestros pasos al Teatro Real, (1) único y esclusivo en su clase en la citada villa) para oir un juguetillo que nos haga reir; pero, como el empresario, (hombre de mucho cálculo) cree que un par de saínetes es poco, nos sopla una piececita, tal como “El Trapero de Madrid," y otras de este calibre; y para fin de fiesta, el can-can.

Este no nos disgusta ! La verdad ! Es lo mejorcillo !

 Por último, mudos y estáticos, contemplamos los adelantos del siglo XIX.

¿ Qué es el telégrafo, el ferro-carril, el arte de viajar por los aires y los diferentes y maravillosos inventos que se han hecho hasta hoy, comparados con la máquina á vapor que existe en uno de los cafés ?

Esta ingeniosa maquina, por medio de la cual se pierden á vapor tantisimos cuartos, nos demuestra el alcance de la inteligencia humana, lo mucho que piensan los hombres.

Cuando mas embebidos estamos, viendo salir los bolillos con pasmosa rapidez, oimos una voz que esclama:    —Faltan cinco minutos para que dispare el cañón de la tarde.

Como por encanto, salimos de nuestra abstracción y nos precipitamos á la calle dirigiéndonos al sitio donde se hallan los carruajes. Pero oh ! fatalidad ¡ no hemos - tenido la precaución de dejar uno alquilado y nos vemos precisados á volver á pié, pues hasta los ómnibus tienen ya veinticuatro pasajero.: y (no pueden admitir ni uno mas) según la última orden dada por el magistrado de policia.
 
En resumidas cuentas ; llegamos á esta, jadeantes, llenos de polvo, sudando horriblemente y dispuestos á darnos un soberbio baño.

Al dia siguiente, no falta quien diga en tono formal:

—¡ Cuanto nos divertimos ayer !





                                                              Luis Javier Traverso





Documento cedido por  Juan Manuel Ballesta

Páginas