domingo, 22 de mayo de 2011

El Negus de Etiopia se hizo una camisa en La Línea 1936


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El 6 de mayo de 1936 las fuerzas imperialistas de Mussolini, mandadas por el mariscal Badoglio ocupaban la capital de Etiopia , Adis Abeba, obligando al Rey de Reyes, Haile Selassie hacer sus maletas a toda prisa y junto con su familia y séquito, para refugiarse en Palestina, entonces protectorado británico, embarcando en el puerto de Haifa en el crucero "HMS Capetown" que lo trasladó a Gibraltar de donde emprendería el dia 31 de dicho mes su ultima singladura hacia su largo exilio en Inglaterra. Que tiene que ver esto con la Línea? pues aqui viene lo curioso, entre los periódicos viejos que un anciano entregó al archivo historico Municipal, Paco Tornay tropezó con las amarillentas y arrugadas páginas de la prestigiosa revista de aquellos tiempos "Estampa" que precisamente publicaba un reportaje de la llegada del Negus a Gibraltar, de sus envíados especiales; Quilez y Llompart. Reportaje bajo el titular de; "EL NEGUS, QUE TRAE EN EL BARCO TRES MIL SEISCIENTOS MILLONES DE PESETAS NO TIENE CAMISA". En la cual nos cuenta lo siguiente:
En esa caja de hierro va encerrada una parte de la fortuna
que el negus lleva a su  exilio

... En la Panza del Capetown, que ha salido cinco horas después que el Oxford —donde viaja el soberano etíope— con rumbo a Inglaterra, van seis grandes cajas de acero, que contienen el tesoro imperial, que las referencias hacen ascender a unos cien millones de libras en oro y pedrería... (Tres mil seiscientos millones de pesetas.)

Pero, a pesar de todo, la salida de Addis-Abeba tuvo que ser más que de prisa... Apenas si los desterrados llevaban ropa,  y para transitar por Occidente hay que europeizarse... Y eso ha ocurrido. Cuando llegó, el viernes, el negus a Gibraltar, una nube de proveedores surgió precipitadamente en The Rock-Hotel. Trajeron zapatos, calcetines, sombreros, batines, ligas. El emperador y los príncipes, el ras Kassa y el resto de los personajes etíopes hubieron de tomarse medida de trajes a toda prisa A las treinta y cinco horas todo estaba hecho. ¡Poder del oro, que hace tener palabra a sastres, zapateros y sombrereros! Doscientas treinta   libras  ha  pagado  el tesorero por todas estas "europeizaciones".

Así. aunque parezca mentira o fantasía del reportero... El rey de reyes o el encargado de su guardarropa, probablemente, se dio cuenta de que el negus no traía de Etiopía mas que tres camisas, y dos de ellas estaban ya sucias. A toda prisa hubo que mandar hacer una, para lo cual entregaron como muestra otra de seda, dando para cumplir el encargo diez horas... Compromiso trágico... ¡En Gibraltar no había quien supiera hacer esas camisas! Hubo que ir corriendo a La Linea, ponerse al habla con el camisero don Francisco Ramos, y éste, después de cortar diestramente la historiada e histórica prenda, la dio a confeccionar a un grupo de oficialas, que vertiginosamente la cosieron, y por cierto admirablemente. A tiempo llegué aún para tener la imperial camisa vieja en la mano y contemplar los primores que habían hecho en la nueva aquellas mocitas bulliciosas y alegres de La Linea.

Francisco Ramos "Camisería Ramos"


Las alegres camisera de La Línea dando las últimas puntadas a la camisa
encargada para el emperador


Viendo estas prendas me he dado cuenta de la figura diminuta, increíble, del emperador de Abisinia, que mide de cuello ¡veintidós centímetros!...

La camisa usada que sirvió  de modelo a las  obreras de la Línea



Al día siguiente de su llegada, el negus, que apenas alborea el día ya está levantado, salió a la terraza,  en compañía del  duque de Harrar, y curiosamente trató de averiguar quién cantaba al pie de sus balcones... Era la fregatriz del hotel, la más humilde de las criadas, una moza de La Linea, Carmen Rojas, que se acompañaba con el cante por tarantas la ruda labor de baldear la escalinata de piedra del The Kock-Hotel... No se daba cuenta la humilde domestica de quién era el egregio huésped que la oía. Se la dio cuando, espantada, vio al diminuto duque de Harrar bajar los amplios peldaños, ponerse junto a ella y en correcto inglés darle los  buenos días y dandole un billete de cinco libras, diciéndole que era un regalo de su padre el emperador... La fregatriz tembló asustada, dejó caer el estropajo, derramó el cubo del agua y no acertó más que a decir: —Thank you very much ....

La muchacha encargada de la limpieza en el hotel le muestra a nuestro enviado especial
el billete de cinco libras que le entregó el Duque.














Gracias a la Colaboración del Archivo Municipal de La Línea de la Concepción y a Francisco Ramos de "Camisería Ramos"

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