El fundador de La Línea, ha muerto. El bondadoso y patriarcal anciano, venerable apóstol línense de la humildad, agotada su vida, toda ella dedicada a hacer el bien, ha entregado su alma a Dios.
La Línea, acaba de perder al padre amorosísimo que cuidadosa y constantemente vela por el bienestar del hijo a quien dio el ser.
Y esta misión, fué realizada, cumplidamente, por el nunca llorado Patriarca linense Don Luis Ramírez Galuzo, que santa y cristianamente, con el fervor de los elegidos de Dios, dejó de existir el pasado Viernes 15 del actual, Viernes Santo, día señalado por el Supremo Hacedor, para acoger en su seno al que consogró su vida entera, a practicar el dulce mandamiento del bien.
Linense de nacimiento, a La Linea dedicó sus preferencias y amores. En los albores de su juventud, dedicada como toda su vida, al trabajo, que le concediera sólida reputación de hombre probo y austero, supo destacar su vigorosa personalidad, poniéndose al frente de la política local que lo consagró como
persona más atenta a laborar por el prestigio del pueblo, que al encumbramianto, que su posición pudo permitile.
Sus primeras luchas en el campo de la política, si el o puede llamarse laborar denodadamente por el prestigio y la independencia del pueblo que le vio nacer, fueron dedicadas a segregarnos de la ciudad de San Roque, bajo cuya tutela y amparo maternal, surgió La Línea, que no por esta conseguida emancipación dejó de considerarse ligada a la ciudad madre, por los más estrechos vínculos.
No acierta nuestra pobre pluma a describir con toda fidelidad, la obra realizada por D. Luis Ramírez Galuzo, durante sus ochenta y seis años de existencia, toda ella plena de virtudes y abnegaciones. El acerbo dolor que su muerte nos produce, apena nuestro ánima de tal suerte, que solo encontramos palabras con que expresar nuestro dolor por el muerto querido, siendo su obra, tan fecunda en altruismo que necesitariamos muchas páginas para seguir paso a paso la historia del que en vida fué tan ejemplar ciudadano, como correcto caballero.
Cuantos adelantos y mejoras experimentó La Línea, convirtiéndose en relativo breve espacio de tiempo, de insignificante, aldea en ciudad urbanizada y hermosa, débanse al esfuerzo personal de D. Luis Ramírez, cuyas ansias de constante auge de La Línea, carecieron de límites.
La desahogada posición económica que con su honrado trabajo, pudo cimentar D. Luis, hubiéranle convertido en uno de los más sólidos capitalistas da la región. Pero su puerta, como el corazón, abiertos siempre para el menesteroso, le hicieron invertir buena parte da su fortuna personal en la práctica del alivio al necesitado.
Jamas con tanta justificación llora un pueblo, la muerta de su bienhechor, D. Luis, fundador y constante protector de La Línea, hijo acreedor a que tributemos a su memoria, homenaje de respetuosa y perdurable veneración.
El patriarca linense, con singular modestia, fué siempre enemigo a la ostentación que su popular y relevante personalidad, le hubiesen permitido, hasta el extremo de que, conseguir aceptase un cargo de Diputado Provincial, constituyó un triunfo para sus amigos, y una vez más dio prueba de su innata modestia, eludiendo el puesto para que fuese ocupado por el Marqués de Negrón.
Fué arbitro, durante muchos años, no solo de los destinos del pueblo que le vio nacer, sino de la marcha de la política provincial, cuyos primates requerían frecuentemente el consejo de D. Luis.
No fué bien conocida ni apreciada por los linenses, la labor desarrollada por don Luis Ramírez, en su calidad de primera figura política de la población, hasta que la adversidad se enseñoreó del pueblo, observandose entonces cuanta abnegación hubo en la labor desinteresada que durante tantos años, realizo el apóstol linense.
Recibió, en pago acostumbrado, a cuantos se sacrifican por un ideal, muchas ingratitudes, precisamente por parte de aquellos que mas ateciones le deberan.
Surgió la persecución implacable de un sector del comercio local, que llegó a boicotear los productos de las fabricas que D. Luis estableció, sufriendo resignadamente las persecuciones por quienes deseaban usufrctuar la dirección de la policia local.
El amor que D. Luís sentía hacia su pueblo, no reconocía limites ni fronteras. Por el lo sacrificó todo, bienestar y posición económica. Recabó su independencia política, perteneciedo al partido conservador, cuyos ideales sustentaba, cuando el tristemente célebre gobierno de concentración presidido por el Marqués de Alhucemas, impuso la candidatura del Sr. Piñero, para nuestra representación en el Congreso de los Diputados, posponiendo la de D. José Luis de Torres (q. e. p. d.), bienhechor de La Línea, cuyo fallcimiento, acaecido hace pocos meses, le conmovió hondamente, apresurando, quizas el de don Luis Ramírez, apenadísimo por la desgracia de tan fiel y consecuente amigo.
No es esta ocasión propicia para recordar los tristes hechos que con motivo de la elección del Sr. Piñero, presenció La Línea. La ingratitud y el desengaño, quedaron bien patentizados en aquella ocasión que el altruismo de don Luis supo perdonar.
Por la contracción de sus muchos méritos fué declarado hijo predilecto de La Línea, y fué tan justo el el acuerdo, con el que solo correspondía en parte,a los vivísimos anhelos de su engrandecimiento local, eterna preocupación del santo varón cuya muerte lloramos.
Confortado con los auxilios espirituales, entregó su alma al Señor, según dejamos expresado, a las once de la noche del pasado Viernes Santo, 15 del actual. Terminó su vida en el mundo de los vivos, con la siguiente frase, digna de quien la pronunciara: Perdono a mis enemigos y que estos me perdonen.
Palabras que no necesitan comentarios y que revelan los sentimientos y santa humildad en que vivió hasta la hora de La muerte el fundador de La Linea.
La sensible noticia del fallecimiento al ser conocida consterno grandemente al vecindario, que sin excepción —aun sus adversarios,— reconocen cuan grande e irreparable es la dolorosa pérdida que experimentamos.
Muchísimos vecinos, desfilaron por la casa mortuoria, exteriorizando su pesar por la desgracia que tanto nos aflige, constituyendo buena prueba de los sentimientos de los linenses hacia el paisano predilecto, al acompañamiento del cortejo fúnebre, llevado a cabo a las seis de la tarde del siguiente día, en el que figuraba el vecindario en masa. No se recuerda manifestación alguna de duelo no solo superada, sino ni igualada a la que fué tributada al cadáver de D. Luis, en cuyo acompañamiento figuraban en primer lugar las niñas del colegio del Sagrado Corazón con sus dignas Profesoras las Hermanitas de San Vicente de Paul, de cuyo colegió así como de los comedores era protector. Exploradores, Cruz Roja, el Ayuntamiento en pleno, numerosas comisiones y un gentío inmenso que deseaba tributar este postrer homenaje de cariño.
El entierro, constituyó como decimos, la más grandiosa demostración de duelo que se recuerda, distinguiendose una vez más la humildad de D. Luís, que por disposición testamentaria encareció fuese el sepelio lo más modesto posible. El féretro fué conducido a hombros por amigos del finado hasta el Cementerio Católico en que recibió sepultura nuestro infortunado bienechor.
Tan pronto el Municipio tuvo conocimiento del luctuoso suceso, reunióse en sesión extraordinaria, acordanso en principio, asistir la corporación al sepelio, expresar el pásame a la familia del hijo predilecto de La Linea, colocar colgaduras negras en el balcón del Ayuntamiento, cuya bandera fué izada a media asta, así como depositar una monumental corona de flores naturales en la estatua erigida a D. Luis Ramírez, en los jardines del Palacio Municipal.
Tenemos entondido que diversas colectividades, entre otras, el Centro de Hijos de la Línea, tienen en proyecto, dedicar homenajes postumos en memoria del que en vida fué hijo amamtísimo y decidido defensor de esta ciudad.
NUESTRA LÍNEA, que considera, como cosa propia la desgracia acaecida, se asocia de todo corazón al pesar que embarga a los deudos del finado, deseándoles crisiana resignación para sobrellevar la sensible pérdida.
Que en paz descanse el alma de don Luís.
Sábado de gloria, a las diez igual que otros años suena la aleluya, el hossanna. ¡Ha resucitado el Redentor! pero sin embargo las banderas continúan a media asta. Un crespón negro adorna la fachada del Ayuntamiento y las campanas que tocaban a Gloria parece que tienen un sonido triste, melancólico, funerario, sombrío.
¿Sabeis por qué? Porque ha muerto el protector del pueblo, su hijo predilecto, su bienhechor, porque ha muerto en fin, D. Luis Ramírez Galuzo, el anciano patriarcal, bondadoso, bueno ... Y llora La Línea..
Mi pluma neófita no sabe arrancar de mi corazón y mi pensamiento toda la emoción que siento, todo mi querer hacia aquél anciano, todo el respeto, toda mi ternura.
Para enumerar sus buenas obras y cualidades harían falta muchas cuartillas, muchas, una infinidad de ellas... porque...
Quisiera que a éstas preguntas me respondiese La Línea.
¿Quién te hizo primero aldea después pueblo y por último ciudad a tí qee eras un montón de materias putrefactas y cenagosas ¡Don Luis Ramírez! mé responderéis todos los del pueblo ¡todos! pues aquél que permaneciera callado, que quisiera eludir su voz de las demás del pueblo sería como una víbora inmunda, un mísero reptil sin corazón, sin alma...
Si nosotros que no éramos nada y estamos orgullosos de llamarnos linenses, gracias a él, debíamos de besar el polvo que él pisó.
Luis Javier Traverso Vázquez
http://www.lalineaenblancoynegro.com/
Documentos cedidos por Carlos Ramírez Murto y escaneados por José Martínez Téllez y Cristobal Vera
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