En un artículo escrito por Alfredo Vicenti para el periódico el Liberal del 09 de octubre de 1902 reflejaba la verdad de lo que suponía la Plaza de Gibraltar para el Campo de Gibraltar y sobre todo para La Línea de la Concepción de la que decían:
....Esa población, única en España que por su fantástico incremento recuerda el de algunas grandes ciudades de Australia y de los Estados Unidos, puede y debe formar una especie de ansa Industrial y mercantil con las poblaciones comarcanas.Puede ser este el motivo por lo que otras poblaciones no nos dejaron crecer...?
También decía otra gran verdad:
...Tanto más segura vivirá España, cuanto más crezcan y medren estas poblaciones. Si se las ayuda, acabará Gibraltar por depender de ellas en la esfera del tráfico y en la del consumo...Pero todo ha ocurrido al contrario, en fin, aquí os dejo el artículo completo que dice así:
GIBRALTAR LA COLONIA ACTUAL Y LA FUTURA
Créese generalmente en España que
Gibraltar es una ruda fortaleza, dentro da cuyos muros viven los elementos civiles
punto menos que de limosna.
Así sucedió durante siglo y
medio, y, á decir verdad, quedan todavía en Inglaterra algunos centenares de
soñadores que claman por la resurrección del viejo sistema militarista.
Pero ni ahora existe ni hay
posibilidad da resucitar lo que, en rigor, jamás tuvo substancial y positiva
existencia.
De 1724 a 1791 la población civil
fluctuó entre 3.000 y 4.000 habitantes. De 1791 a 1814 dio un enorme salto y
ascendió a 9.000, pese a la inflexibilidad de las leyes militares, que no
otorgaban a nadie el derecho de residencia, y que atribuían al gobernador de la
plaza la facultad de expulsar a todo el mundo.
Apelóse, en vista de ello, a
medidas draconianas. Fue negada licencia para contraer matrimonio a los
paisanos, no unidos con la guarnición por vínculo directo. Se prohibió la venta
pública en los mercados hasta después de servidos los batallones. Y derruyendo
unos predica y dejando que se
desmoronasen otros, se redujo metódicamente el número de viviendas habitables.
Arbitrariedades inútiles.
A fines de 1816 residían 9.633
personas (civiles) en 1.660 casas, A principios de 1869, en menos de 1.100
casas, residían más de 17.000 personas. Y en la actualidad son 20.985 las que ocupan
igual o acaso menor numero de viviendas.
A 25.000 ascenderán forzosamente
dentro de diez o doce años. Si no lo hace el desarrollo progresivo del
comercio, lo impondrá por si solo el aumento de la guarnición terrestre o
marítima, pues harto se sabe que la proporción biológica necesaria entre los
elementos civiles y los elementos militares que conviven en poblaciones
modernas, es cuando menos de 4 a 1.
¿Dónde se meterán entonces
treinta y tantos o cuarenta millares de individuos?
Aquí no cabe más gente.
Dejo para luego el examen de este
punto, y voy antes a sintetizar porque viene muy a cuento el régimen de la Colonia.
Las 20.985 personas se costean
hoy, con recursos propios, todos sus servicios, poseen un razonable tesoro y
prestan cantidades a compran valores a las demás colonias Inglesas.
Su presupuesto de 1902, mayor que
el de los anteriores ejercicios, importa 2.305.314 pesetas por Ingresos, y
2.213.112 de gastos. Habrá, pues, en la liquidación un superabit de 92.202
pesetas.
Todos loe rendimientos están en
alza, principalmente el de Aduanas, que en 1902 será da 25.300 libras
esterlinas, no habiendo sido más que de 20.600 en 1901. Adviértase que en la Aduana solamente tributan
el tabaco, los vinos, los espíritus y los licores.
Costea asimismo pensiones de
retirados o inválidos, y da subvención a Iglesias de diversos cultos.
Se administra autonómicamente y tiene
un Gran Jurado constituido por 36 miembros, de los cuales 23 ejercen el ministerio
de asesores.
En sus relaciones mercantiles con
el exterior, entienden un Comité de Bolsa y dos Cámaras de Comercio, una internacional
y otra judía.
De estas franquicias y libertades
de hecho, poco a poco obtenidas por la ciudad, claramente se deduce que la
plaza ha perdido su carácter exclusivo y típico de fortaleza.
Y de la compenetración cada día mayor
entre las Instituciones civiles y las Instituciones militares, indúcese con igual claridad que ya
no puede volver ser lo que fue en el siglo XVIII.
«A la población civil, a la militar y a la naval»; en ese orden de prelación se redactan y encabezan los mandatos dirigidos al público.
El General White se llama de
oficio gobernador y comandante en jefe de la ciudad, guarnición y territorio do
Gibraltar.
Meses há, el noble defensor de
Ladysmith (ahora ausente en Inglaterra), fue acusado por los trabajadores
locales, de quienes hicieron interpretes las Trade Unions, de haber servido a la Federación patronal,
enviando a los pontones soldados que reemplazasen a los carboneros huelguistas.
Sir White que, según la ley
todavía no derogada, ejerce en la plaza el derecho omnímodo de admisión,
expulsión y regulación, negó modestamente el envío, y demostró, sin considerar
vilipendiada o disminuida su autoridad, que no había lugar a la censura.
Cierto que en esa huelga análoga
de ladrilleros Ingleses acababa de formular parecidas explicaciones nada menos
que lord Robert, el generalísimo de los ejércitos de la Gran Bretaña.
Honra sobremanera a entrambos generales
la muestra de respeto dada a las libertades y a las leyes comunes del Reino
Unido. Pero es mas notable la moderación de sir White que, al fin y al cabo,
gobierna militarmente una Colonia. Más notable y gráficamente demostrativa do
que la ciudad de Gibraltar no se conceptúa ni tornará a ser conceptuada como
una simple fortaleza.
Y vuelvo ahora a mi pregunta.
Pues que aquí no cabe más gente, ¿dónde
se alojará el exceso de población civil y militar que para dentro de pocos años
se adivina?
No se adivina, está ya anunciado en
términos categóricos.
Dudo, por motivos que en otros artículos
precisaré, que se intente de veras la construcción de otro dique en los acantilados
o en las arenas movedizas de la parte oriental de la Roca.
Pero, acabado el que en la parte
S. O. se construye, vendrán a instalarse en la ciudad cuatro 5 cinco mil
personas, encargadas de atenderlo, de vigilarlo y de servirlo.
Pronto llegará de Inglaterra un
teatro de acero con capacidad para 1.600 espectadores, el cual será montado en las
cercanías del Dockyard, que tanto ha dado que hacer a la Cámara de los Comunes.
Pues bien; la Sociedad explotadora, al
lanzar sus acciones, ha declarado —y con esto no hay chanzas en Inglaterra— que
el capital tenía garantizado su interés, gracias a la asistencia segura de los empleados
y dependientes del dique.
¿Que albergue encontrará ese o cualquier otro refuerzo do población en una tan angosta colmena?
La contestación salta por si sola a la vista y a la pluma.
En las ciudades y los pueblos del
Campo español necesitarán buscar albergue nocturno los nuevos moradores, o los
antiguos, que para dejarles sitio abandonen de grado o por fuerza sus hogares.
Apenas aumentado el número de habitantes
en algunos miles, se reproducirá en Gibraltar lo que acontece en las capitales
de Inglaterra y de la América
del Norte.
Los funcionarios y los negociantes
pasaran en sus oficinas y escritorios el día, y se irán a comer y a dormir a los lugares del contorno donde hayan adquirido o alquilado viviendas.
Algo de esto ocurre ya, e inmenso
será el asombro de nuestros políticos de secano el día en que el consulado de Gibraltar,
donde el Sr. Marti y su segundo, el Sr. Boada, trabajan ardorosamente para el
Nuncio, remate la curioseara estadística de casas y propiedades compradas por súbditos
ingleses en tierras españolas.
Se avecina, por consiguiente, no
un nuevo peligro, como supondrán los cortos de ánimo y de criterio, sino una
ocasión excelentísima para que La
Línea , Puente Mayorga, Algeciras, San Roque, Los Barrios, Jimena
y el Campo todo mejoren sus intereses, a la vez que defiendan, tranquila y
pacíficamente, los de la patria.
Requiéranse a tal fin carreteras
y tranvías que los pongan en rápida comunicación mutua, y que los unan o identifiquen
con el resto de la Península ,
de la cual se hallan hoy más distanciados que los aduares de la otra banda del
Estrecho.
Parece que se ha sacado a subasta
(y alguna parte le toca a El Liberal en ello) la reparación de la carretera
famosa de Gibraltar á La Línea ,
y que lo mismo se va a hacer con la provincial de El Campamento á San Roque.
No basta eso, aun suponiendo que
haya licitadores que confíen en la solvencia de la Diputación de Cádiz.
Por las oficinas de Madrid rueda,
no se desde cuándo, un proyecto de tranvía a vapor que, partiendo de la estación
de San Roque, debería llegar a espaldas de La Línea por terrenos no sometidos a la
concupiscencia del invasor futuro.
Modere su laudable
susceptibilidad la Jurisdicción
de Guerra, y considerando que un riel se levanta y un camino real, es corta en
obra de minutos, no oponga obstáculos a que el Campo de Gibraltar se cubra de ferrocarriles,
de tranvías y de carreteras.
Tanto más segura vivirá España cuanto
más crezcan y medren estas poblaciones. Si se las ayuda, acabará Gibraltar por
depender de ellas en la esfera del tráfico y en la del consumo, como que los moros
no llevan al Peñón más que huevos y gallinas.
Los 45.500 habitantes de La Línea (así rezan las
estadísticas británicas) serán mañana cincuenta o sesenta mil, y se impondrán
en términos naturales y pacíficos a los treinta o treinta y cinco mil de la Roca gibraltareña.
Esa población, única en España
que por su fantástico incremento recuerda el de algunas grandes ciudades de
Australia y de los Estados Unidos, puede y debe formar una especie de ansa
Industrial y mercantil con las poblaciones comarcanas.
Y en ello tendrá España el mejor
instrumento para repeler á Inglaterra invasora, o para entrar A medias en los negocios
del Estrecho con Inglaterra amiga.
Por el método de aislamiento del Campo,
que observamos hoy, se da la razón a los que han trazado el mapa irrisorio de
una Andalucía británica. Por el camino opuesto, que es el derecho y el
racional, no nos costará trabajo excesivo el transformar The City, Garrison and
Territory of Gibraltar, en un fragmento de Inglaterra andaluza.
Alfredo Vicenti
Luis Javier Traverso

Documento del Archivo de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España.